Como todos los Viernes en la
mañana me desperté feliz por ser el último día de trabajo en la semana, me estiré como un gato en mi cama y me
levanté lleno de energía. Tengo la costumbre
de lavarme los dientes antes de tomar desayuno, y hoy no sería la excepción, es
por eso que cantando caminé hacia el baño, me lavé mis dientes sin levantar la
mirada en el espejo, me sequé con la toalla tapándome el rostro y con
normalidad me la saqué de la cara, miré al espejo y ¡PUM! ¡Ya no tenía sonrisa!
Trataba de mover mis labios, mis mejillas y mis muelas, pero nada me resultaba,
hasta me puse unos palos de fósforos estirándome los labios para disimular una
sonrisa y nada.
Me preguntaba; ¿Dónde dejé mi
sonrisa? , yo siempre la usaba; cuando salía a caminar, cuando hablaba con la
gente, cuando me duchaba y cuando
desayunaba. Yo sentía que la sonrisa estaba muy cómoda donde estaba y
lógicamente era feliz. Traté de recordar
que había hecho el día anterior, quizás la había olvidado en el Supermercado
cuando fui a comprar, en la Biblioteca cuando fui a leer o en la taza del café
que me tomé.
Decidí ir a todos los lugares; fui al Supermercado,
pero como no sonreía no me ayudaron. Fui a la Biblioteca, pero hoy festejaban
el día de los dientes y como no podía mostrarlos no pude entrar. Y por último
fui al café, traté de hablar con el mesero que me atendió, pero me dijo que las
tazas nunca vienen con sonrisa, más bien con descargas y conversaciones
secretas.
Me fui desilusionado a mi hogar. Jamás me había sentido tan triste,
yo quería ser feliz y no podía, yo era feliz y me robaron mi sonrisa. Durante el camino me paró un niño víctima de
sus harapos sucios y desgastados, sin embargo se veía contento
.
- -
¡Hola! ¿No
te acuerdas de mí? – Me dijo con gran entusiasmo.
-
-Lo siento, ¿Quién eres tú?
Al decir estas palabras el niño sonrió sin
razón, y ahí estaba, mi sonrisa perdida. De pronto recordé lo que había
pasado. Durante el día de ayer cuando
fui al Supermercado el niño con cara triste
me esperaba afuera de éste con la mano estirada, me causo lástima y le
di un trozo de pan, luego seguí mi camino, al salir de la biblioteca estaba el
mismo niño con la cara triste con la
mano estirada, y me dije “ Quizás quiere un poco de conocimiento” y le regalé
un libro de “ Sabías que…”, luego
seguí mi camino, al salir del café estaba el mismo niño con la cara triste con
la mano estirada y le di el agua que me quedaba, luego seguí mi camino. Al
caminar a mi hogar estaba el mismo niño con la cara triste sentado en la calle,
le pregunté que le faltaba, si ya le había dado comida, conocimiento y agua. Él
me miró con sus ojos de historia y me preguntó:
- -
¿Cómo eres tan feliz?
- -
Sólo tienes que sonreír- le dije mostrando como se hacía.
- -
Lo siento, es que ya no recuerdo como era esa
sensación.
- -
No te preocupes, yo te regalaré mi sonrisa para
que puedas recordar.
-
Gracias – me dijo alejándose con mi sonrisa en
su mano.
Al recordar, me di cuenta que
regalar felicidad era lo que faltaba en este mundo, y no me importaba regalar
mi sonrisa, solo quería ver a ese niño feliz. En ese momento una sensación de
gratitud invadió mi rostro y sonreí.
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