Era un viajero, de esos que no se
culpan por estar ausentes, los caminos son sus mayores cómplices y testigos de
sus hechos, de sus emociones y del latido de su corazón.
Busca sobre su caballo de plata el amor de Dulcinea, viaja por bosques,
desiertos y selvas, todavía no la alcanza. Él sabe dónde está, pero no sabe
cómo llegar a ella.
Dulcinea la princesa, sabe jugar a
las escondidas, también su corazón. El
viajero miró el cielo y pidió con desesperación una señal para llegar al alma
de su amada. Cayó un hada madrina, quién no era la mejor de todas, pero sabía
lo que era el dolor y estaba dispuesta a ayudar a ese viajero desesperanzado.
Lo guió por los senderos y los eternos amaneceres. En una noche de luna,
con una fogata de compañera, se miraron, sólo se miraron y sus ojos dijeron palabras que nunca más se
oyeron, nunca más se repitieron y sus secretos quedaron ahí,en el sello del fuego
ardiente.
Viajero andante de sus sueños y
desgracias, viajero enamorado de sus caminos circulares, viajero valiente y
frágil como un niño. ¿Será que tu Dulcinea se dejará de esconder?
No hay comentarios:
Publicar un comentario