martes, 22 de enero de 2013

El viajero.


Era un viajero, de esos que no se culpan por estar ausentes, los caminos son sus mayores cómplices y testigos de sus hechos, de sus emociones y del latido de su corazón.

Busca sobre su caballo de plata  el amor de Dulcinea, viaja por bosques, desiertos y selvas, todavía no la alcanza. Él sabe dónde está, pero no sabe cómo llegar a ella.
Dulcinea la princesa, sabe jugar a las escondidas, también su corazón.  El viajero miró el cielo y pidió con desesperación una señal para llegar al alma de su amada. Cayó un hada madrina, quién no era la mejor de todas, pero sabía lo que era el dolor y estaba dispuesta a ayudar a ese viajero desesperanzado. 

Lo guió por los senderos  y  los eternos amaneceres. En una noche de luna, con una fogata de compañera, se miraron, sólo se miraron y  sus ojos dijeron palabras que nunca más se oyeron, nunca más se repitieron y sus secretos quedaron ahí,en el sello del fuego ardiente.

Viajero andante de sus sueños y desgracias, viajero enamorado de sus caminos circulares, viajero valiente y frágil como un niño. ¿Será que tu Dulcinea se dejará de esconder?

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