domingo, 27 de enero de 2013

La Banca.


Hoy me levanté pensando que sería un buen día.Miré por la ventana el  gran sol que iluminaba todo el jardín y hoy el pasto era más verde que nunca. Decidí compartir mis buenas energías con los demás y salí a caminar, me di cuenta que hay detalles que jamás había observado, casas escondidas, flores rojas  y una banca que se entrometía entre dos árboles frutales. Era una banca especial, de maderas viejas,  que cantaban cada vez que alguien se sentaba. La banca me llamaba a compartir mi buen día con ella, me acerqué  y descanse mi cuerpo junto con la gran sonata que producía mi peso sobre la banca. 
Comencé a mirar el pasar de la vida, cómo los niños correteaban sobre la vereda, el paso lento de la vejez, las risas marcadas de la juventud y la soledad angustiada. Me gustaba estar ahí porque sentía que nadie me veía, que era un observador secreto de la humanidad y fantaseaba creando historias de los personajes que se acercaban.
Imaginé como sería pasar al frente mío, ¿Cómo sería mi historia? Por mi caminar pensaría que soy  un pintor, por mi risa pensaría que soy un abogado, por mis ojos pensaría que soy un fotógrafo, por mi espalda pensaría que soy un atleta fracasado, por mis manos un escritor empedernido y por mi corazón un amante libertino.

Luego de fantasear con mi otro yo  caminando frente de mí, me di cuenta que las historias de otros sobre uno son fantasiosas, algunas son una triste leyenda, otras novelas interminables o quizás una corta fábula que deje a alguien, pero la mejor historia siempre será la que escribiré yo mismo sobre el papel de mi propia vida.
Me levanté de la banca, caminé  y decidí hacer de éste un buen día.

martes, 22 de enero de 2013

El viajero.


Era un viajero, de esos que no se culpan por estar ausentes, los caminos son sus mayores cómplices y testigos de sus hechos, de sus emociones y del latido de su corazón.

Busca sobre su caballo de plata  el amor de Dulcinea, viaja por bosques, desiertos y selvas, todavía no la alcanza. Él sabe dónde está, pero no sabe cómo llegar a ella.
Dulcinea la princesa, sabe jugar a las escondidas, también su corazón.  El viajero miró el cielo y pidió con desesperación una señal para llegar al alma de su amada. Cayó un hada madrina, quién no era la mejor de todas, pero sabía lo que era el dolor y estaba dispuesta a ayudar a ese viajero desesperanzado. 

Lo guió por los senderos  y  los eternos amaneceres. En una noche de luna, con una fogata de compañera, se miraron, sólo se miraron y  sus ojos dijeron palabras que nunca más se oyeron, nunca más se repitieron y sus secretos quedaron ahí,en el sello del fuego ardiente.

Viajero andante de sus sueños y desgracias, viajero enamorado de sus caminos circulares, viajero valiente y frágil como un niño. ¿Será que tu Dulcinea se dejará de esconder?